Ser sportinguista es mucho más
que seguir unos colores, que amar el fútbol y que acudir al estadio. Ser
sportinguista es un sentimiento profundo de amor a la ciudad en la que hemos
nacido, que nos ha visto crecer o que nos ha acogido con los brazos abiertos.
Significa llevar dentro un amor y
respeto incondicional por todo aquello que esta magnífica ciudad nos ha ido
regalando a través de los años: amistad, generosidad, agradecimiento,
compromiso, y, todo ello, se manifiesta en esa ola de amor que nos invade
cuando pensamos en nuestro equipo y que se convierte en reseña, en
materialización de todo aquello que llevamos dentro y representa nuestro Gijón
del alma.
El Sporting representa mucho más
que unos preciosos colores rojiblancos, es el orgullo cristalizado de ser gijoneses
y la forma de devolver a esta tierrina nuestra todo aquello que nos inspira y
que nos ha enseñado este ser vivo, porque está vivo en cada uno de nosotros, al
que adoramos, llamado Gijón.
Valores tan universales y tan
únicos como el amor, la entrega, la solidaridad, el apoyo incondicional, pero
también la tristeza cuando no asistimos a un triunfo que se escapa, no sólo a
los chavales que juegan en el campo, sino a todos nosotros, que no hemos sabido
catapultar todo nuestro potencial como hubiésemos querido. Pero incluso en
momentos amargos como derrotas y descensos, sigue poniendo en valor nuestra
forma de ser: generosos, honestos, nobles… porque eso somos los asturianos en
general y esta magnífica ciudad en particular: gentes buenas, de nobleza
probada, orgullosos de nuestra historia, conscientes de nuestro pasado
glorioso, nunca fácil y también conocedores de tener en nuestras manos un
futuro, a veces complicado, pero que sabremos impulsar y que resolveremos, como
siempre lo hemos sabido hacer.
Ser sportinguista, en definitiva,
es ser portador de unos sentimientos, de una forma de ser que nos hace
sentirnos orgullosos y que siempre llevaremos por delante.
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